jueves, 27 de diciembre de 2012

Sólo tiene que tirarlo, Señor Frodo...

Lo que menos me esperaba anoche viendo por chikicienta vez "El retorno del Rey", era que se me apareciera con una lectura mucho más nítida y viva de lo que significa la sociedad actual y cómo salir de la crisis en la que estamos metidos (económica y de valores). Ahora no me queda otra que hacerme con la película, cortarla a trozos, diseccionarla, y alumbrar las metáforas perfectamente expuestas por Tolkien, por quien de repente mi nivel de admiración ha pasado de gran literato a gran humanista, y habilísimamente visualizadas por Peter Jackson. Como anécdota para reforzar mi visto bueno por la adaptación cinematográfica, contaros que cuando fui a ver el estreno de la primera parte (sin haberme leído previamente las novelas), tenía dos chavales preadultos delante mía que no podían cerrar la boca del asombro que sentían al comprobar el alto grado de ajuste entre lo leído y lo visto (se sabían la novela de memoria), y no paraban de expresar entre ellos con ohes y ostras lo estupendamente recreado que estaba todo. Ello me convenció de que tenía que leer la trilogía antes del estreno del resto, y así lo hice. A partir de entonces, y salvo por la decepcioncilla de que en la peli no aparezca absolutamente todo lo narrado, la que tomó el relevo con ahes y madresmías fui yo. Dicho esto, paso a desentrañar un momento climáxtico (y si no se dice así, me lo invento) por antonomasia que me hizo reflexionar. No fue el único, pero es uno de los más importantes y que mejor recuerdo.

Os sitúo: Frodo y Sam ya están en las entrañas del Monte del Destino, Frodo en el mismísimo filo a punto de caer en la lava con extremo riesgo de que se le vaya el cuerpo y caiga en ella apenas se le venga un hipido, pilla el anillo con su cadena, estira el brazo y parece que lo va a dejar caer por fin para su destrucción, al fin va a ser libre del enorme peso que ha tenido que soportar él solo durante tanto tiempo (y que los que le han acompañado le han tenido que sufrir). Pero ahí se queda, inmóvil, con la vista fija en el anillo, sin decidirse.......


Y en ese momento, la parte sensata de cada uno de nosotros, excepcionalmente representada en carne y hueso por Sam, que le dice: "Vamos, señor Frodo... Sólo tiene que tirarlo...".


¿Alguna vez te has sentido que has llegado por fin al punto donde tienes que tomar la decisión, tan fácil y tan difícil, de desprenderte de un mal hábito (una relación destructiva, una línea de pensamiento limitante, una falta de autoconfianza, una pereza catastrófica, un victimismo recalcitrante, una dependencia al tabaco o a costumbres alimenticias no saludables), y te quedas ahí mirándolo de frente, diciéndote "tíralo, vamos, sólo tienes que tirarlo" y "¿pero cómo voy a vivir sin esto?" a la vez?


Cuando tomas las riendas de tu vida, cuando por fin eres consciente de que eres tú quien decide, cuando se despejan las nubes de las dudas porque el aire de los hechos objetivos las arrastra, y te quedas mirando la verdad desnuda, y te das cuenta de que hasta ahora te has dejado dominar por las circunstancias y que eso es lo que has estado eligiendo día tras día... Entonces se abre una realidad nueva y brillante: que en el proceso de elección eres completamente libre para elegir lo que más te conviene. Que albergas dentro de ti un saboteador (el poder del anillo) y un Sam tirando en direcciones opuestas, y que ganará aquél al que escuches, aquél al que alimentes, aquél al que entregues tu libre albedrío.


Me permites que te pregunte: ¿A cuál de los dos has decidido alimentar? ¿Qué hábito tienes colgando de una cadena a punto de tirarlo porque eres consciente de que te está destruyendo?


Frodo no fue capaz de tirarlo, le tuvieron que arrancar un dedo para despertarle de su hipnosis. Después de tanta aventura, no fue él quien destruyó el anillo. Y tú, ¿estás dispuesto a experimentar la absoluta libertad de abrir la mano y dejar caer lo que te está haciendo tanto daño? ¿Qué tienes que ganar?

_____________________________________________________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Atrévete a responderte!